Espera impaciente.
Cada día se sentaba en el mismo lugar del paseo, mirando hacia el mar a esperar. No sabía cuándo, no sabía cómo, pero tenía la seguridad de que vendría. Fumaba sin parar, leía, observaba y escuchaba atentamente la bravura de las olas rompiendo en las rocas, o la tranquilidad del océano en los días soleados. Había gente, mucha gente, que se quedaba mirando a él, al Loco de la Playa, preguntándose qué hacía ese hombre desde el amanecer al ocaso sin moverse de allí.
Una tarde, a punto de esconderse
el sol en la cuna del horizonte, llegó. Era tal y como él la había imaginado,
su esperanza hecha realidad. La cogió de la mano cuando ella se la tendió y él
sólo le preguntó, "¿está esperándome ella?". La respuesta que obtuvo
fue la que anheló durante tanto tiempo, "cada día te ha observado y te ha
esperado pacientemente, lo mismo que tú"
Él sonriendo dijo, "por fin
el para siempre se ha convertido en la eternidad, llévame a su lado".
Aquella noche de luna llena, el
Loco del Mar encontró su locura. Su cuerpo apareció tendido en el mismo lugar
donde se sentó durante años, donde esperaba que alguien recogiera su alma para
guiarla hasta donde estaba ella, la mujer que había amado desde el primer
instante en que la vio.
Por fin había llegado, por fin su
larga espera había terminado. Final que tanto anhelaba y tanto había deseado
conocer. Ahora, allí, con ella, todo será diferente. La tranquilidad estará a
su lado, el silencio será su mejor amigo, la calma su mayor bienestar, su mayor
felicidad.
Paucamino.
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