Ella nunca supo cómo y quién quería ser.


Ella era pequeña, absurda, sin gracia. Ella pasaba desapercibida, nadie la miraba, apenas existía. Ella no sabía cómo actuar, no sabía qué decir, no sabía a dónde ir. Ella quería, amaba, deseaba, odiaba, sentía todo a la vez, todo lo que nadie sentía por ella. Ella se buscaba a si misma continuamente, nunca se encontró.


Decidió algo difícil pero seguro: reinventarse. Cogía aquello que le gustaba de unos y de otros, así se hizo a sí misma. No había nada original, nada de ella. El vacío que sentía lo sustituyó por mentiras, por pensamientos que no eran suyos, por sentimientos que creía que otras personas sentían, por ideas que pensaban otros, frases que decían otros… Como si de un puzle se tratara se rehízo, pieza a pieza, uniéndolas en una sola para llegar a encontrar lo que quería: ser al menos mirada por unos ojos, nombrada por una boca, besada por unos labios, abrazada por unos brazos, tocada por unas manos.
Había algo que ella no sabía, no estaba tan sola. Otros muchos eran como ella, se sentían como ella, fingían ser quienes no eran sólo para ser aceptados. Jamás lo descubrirían, jamás llegarían a deshacer ese puzle que cada uno había hecho de sí mismo,  porque el miedo a descubrirse, a ser rechazados, podría más que su propia verdad. 


M.

PauCamino.



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