Perdida por la alegría.

Perderme por esos caminos, no dejar que nadie me encuentre.
Refugiarme en mis películas, en mis sueños; los que no van a fallar. Tratar con ellos, con los de verdad, a los que yo misma, en mi cabeza, he moldeado paso a paso con sus fallos para que no sean perfectos, con sus sentimientos para que me hagan sentir.
Todo en orden. Todo preparado. Cama y dulces sueños, buenas noches. Duermo y por fin sueño. La alegría viene y va, juega conmigo y me hace feliz. Me enseña y me da. Me castiga y me libra. Me hace sentir, bien, mal. Me odia y me quiere, todo a la vez. Dice que lo hace así porque sabe que hoy estoy sola que no tengo a nadie pero ella misma se contradice, ahora me los da y los tengo cerca de mí; pocos, pero tengo. Me enseña a aprovecharlos, a aprender de ellos. Me da los mejores. Me pone retos, pruebas que intentan separarnos. Lo hace para ver qué tal voy. Las supero, le gano. Sigue uno tras otro, cada vez más complicado, yo cada vez más sabia, pero más cansada.  Me dice que ya es mi hora, me dice que ya estoy lista, vuelve a ponerme pruebas que no espero, que no podía ni imaginar. Sin embargo, en algún lugar tengo la fuerza. En ese lugar recóndito, imposible de ir cuándo quiera pero al que siempre llego cuando lo necesito. Y allí, acurrucada, esperándome está la que me lo da y me lo quita todo a su antojo, LA ALEGRÍA. 


P.C

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